Cuento porteño
Buenos Aires se me presenta como una mina exótica, llena de promesas y riesgos. Las luces de Palermo brillan como yiroflas en una vidriera, pero yo estoy relegado a las sombras de San Telmo, donde cada calle tiene su historia y cada esquina esconde un secreto.
Era un capo de la publicidad, un mago
de las palabras que podía vender sueños con un simple eslogan. Pero ahora, mis
días de gloria son solo un recuerdo desteñido, ahogado en un mar de alcohol y
malas decisiones. "Paint it Black" de los Rolling Stones me golpea
los oídos, un himno perfecto para mi caída al olvido.
Mis campañas una vez hechizaron la
ciudad, mis jingles eran cantados por todos. Pero jugué demasiado con fuego,
bailé demasiado cerca del abismo. Las drogas, las noches en vela, las malas
compañías... todo cobró su precio. Ahora, soy solo otra alma perdida en las
calles de esta ciudad desalmada.
Camino por la Avenida de Mayo,
sintiendo el peso de cada paso. Mis viejos amigos, los clientes, incluso los
rivales... todos se alejaron. No hay lugar para un hombre caído en el mundo
cruel de la publicidad. Cada cartel, cada letrero luminoso, es un recordatorio
de lo que perdí.
Me paro frente a un boliche de mala
muerte, el tipo de lugar que antes hubiera esquivado. Pero ahora, es el único
refugio para un alma en pena como la mía. Entro, y el olor a pucho y alcohol me
envuelve como un viejo poncho. Nadie me reconoce, y quizás sea mejor así.
Pido un Fernet, la bebida amarga que
parece reflejar mi vida actual. Miro alrededor, veo caras que hablan de vidas
rotas, de sueños despedazados. Y en ese momento, me doy cuenta de que no estoy
solo. Esta ciudad, con todas sus cicatrices, está llena de historias como la
mía.
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